CELEBRANDO NUESTRAS FIESTAS

Querida Familia de la CSCV y hermanos todos:

En estos días en que estamos próximos a celebrar la Fiesta de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, que se celebra el último Sábado de Mayo, comparto con ustedes a través de esta página, la charla que compartí en el Congresillo de los MSC que se celebró en Santiago de los Caballeros en el año 2007, año en que celebramos dos importantes aniversarios para la familia MSC.

Recordamos cómo el 21 de octubre de aquel año, en todas partes al mismo tiempo, nos reuníamos para recordar el centenario de la Pascua del amadísimo padre, hoy Siervo de Dios, Julio Chevalier. En muchas comunidades a lo largo y ancho de nuestro país, convertimos la hora de 5 a 6 de la tarde de ese día, en una Hora Santa.

Luego, unos pocos días después, el 27 de octubre, celebramos el Congresillo de la Hermandad del Corazón de Jesús, hermandad que agrupa a miembros de la familia MSC, toda gente de oración, comprometida con la Iglesia, para conmemorar los 150 años de que se comenzara a venerar a Nuestra Santísima Madre, bajo la Advocación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón.
Este año, el próximo sábado 31 de mayo de 2014, se cumplirán 157 años del inicio de la advocación de Nuestra Señora del Sagrado Corazón como la llamó el padre Chevalier, para honrarla a Ella que, con su ejemplo, nos enseña a “adorar, alabar, imitar y reparar el Corazón de Jesús”.

Hoy, como cada día, el Corazón de Jesús nos reúne y Su Madre, nos enseña. Los SCV somos personas que hemos escuchado el “grito de amor de Dios” y habiéndolo escuchado, hemos venido a El, para amarlo, para adorarlo, para escucharlo, para sentarnos a sus pies y dejarnos transformar por El. Somos hombres y mujeres que sabemos que nuestra Madre Santísima nos acompaña cada día en nuestro caminar hacia Jesús.

Siguiendo la historia

Para reflexionar en el tema sobre Nuestra Señora del Sagrado Corazón, creo que es bueno comentar un poco la historia de la fundación de los MSC, situándonos alrededor del año 1854.

El padre Chevalier sentía que Dios le pedía la fundación de un grupo misionero. Para tal fin comenzó por rezar una Novena a la Virgen a quien profesaba una gran devoción, como puede notarse al leer algunos de los sermones que escribió mientras cursaba el seminario en Bourges, especialmente el titulado “La Misericordia de la Santísima Virgen hacia los pecadores”.

Junto a uno de sus primeros compañeros, el padre Maugenest rezó esta Novena a María Inmaculada desde el 30 de noviembre al 8 de diciembre de 1854, haciendo la promesa de que en el caso de que su oración fuera oída: “Propagarían la devoción al Corazón de Cristo y harían, por todos los medios posibles, que María fuera conocida y amada de una manera especial”.

La señal fue recibida por los padres al noveno día, el 8 de diciembre, cuando fueron informados por un feligrés que una persona caritativa, que deseaba permanecer en el anonimato, iba a donar una importante suma para la fundación. En esta promesa de ayuda financiera, los padres reconocieron la respuesta a sus peticiones. El dinero les llegó en los meses posteriores a través del P. Ferdinand de Champgrand.

Una segunda Novena iniciada el 28 de enero, en la Fiesta del Inmaculado Corazón de María, al 6 de febrero, les hizo ver cómo sus oraciones fueron escuchadas cuando recibieron, al finalizarla, el ofrecimiento de una contribución anual de mil francos por parte de la Señora de Quesne.

Los padres tuvieron que acudir una tercera vez a pedir la intercesión de Nuestra Señora, ya que el proyecto de la fundación fue unánimemente rechazado por los miembros del Consejo Diocesano del Arzobispo Dupont.

Tras la tercera Novena, se obró el “gran milagro” cuando el mismo Monseñor Dupont, actuando en contra del parecer de su consejo, hizo una excepción y autorizó a los dos sacerdotes de Issoudon a fundar la nueva congregación que se llamaría “Misioneros del Sagrado Corazón”.

Para el P. Chevalier, esta aprobación del arzobispo fue una prueba fehaciente de que la Virgen estaba con ellos en el proyecto, por eso prometen que: “En reconocimiento a María, la considerarán como su Fundadora y Soberana. La asociarán a todas sus obras y harán que sea amada de una manera especial” (Julio Chevalier, “Anales de la Pequeña Sociedad”, Pág. 6, Art. III).

Construcción de la nueva iglesia

La gratitud a María Santísima permaneció firme en sus corazones, ya que la veían unida estrechamente a la obra, por lo que por años, el padre Chevalier reflexionó y compartió sus pensamientos con sus compañeros cuando comenzó a pensar en ella bajo el título de “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”. Pensaba que de ella también se podía decir que era misionera del Corazón de Cristo.

La conversación conocida como “bajo los cuatro tilos” narrada por el P. Piperon, nos narra como se tomó allí la decisión de dedicar la Capilla de la Virgen bajo el título de “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”.

A continuación recogemos parte del diálogo tal como lo narra el P. Piperon, sin una fecha fija, sugiriendo solamente que ocurrió en 1857:

“Se comenzó la primera parte de la construcción de la iglesia.

Solíamos pasar nuestro recreo de la tarde a la sombra de los tilos, ya que el sol calentaba mucho.

Como de costumbre, hablábamos sobre la iglesia en construcción, charlando tranquilamente sin mucha concentración en la materia. Entonces, de improviso, el Reverendo Padre Chevalier, que parecía muy preocupado por una idea nos pregunta:

-¿Bajo qué título, colocaremos la capilla de la Virgen en nuestra Iglesia?

Cada uno de nosotros respondió de acuerdo a su gusto y a su propia devoción. Uno dijo que el de Inmaculado Corazón de María, otro que Nuestra Señora, un tercero añadió que Nuestra Señora del Rosario.

-“No, no”, dijo el Rev. Padre: “Nosotros tendremos a Nuestra Señora del Sagrado Corazón”.

Así se pronunció por primera vez este amado título y fue recibido con cierta sorpresa.

- Esto significa, dijo el P. Piperon: “Nuestra Señora, invocada en la Iglesia del Sagrado Corazón”.

-No es así, mi querido amigo, dijo el Rev. Padre, este título, “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”, tiene un significado muy profundo. Quiere decir que debido a su divina maternidad, María tiene una gran influencia en el Corazón de Jesús, y que es a través de Ella como nosotros debemos llegar a ese divino Corazón.

-Pero eso es una novedad…

-¡Una novedad! No tanto como usted piensa.

-Pero, ¿está de acuerdo con la teología? Siguió preguntando el padre Piperon.

-Por supuesto, replicó el P. Chevalier, y después, con gran seguridad, comenzó a explicar las principales razones que justificaban su idea. Su interlocutor insistió de nuevo y añadió:

-No es sólo una novedad, usted está yendo demasiado lejos.

Llegó el fin del descanso y se separaron. No obstante, el mismo que le había cuestionado el título al Padre Chevalier, pasó parte de la tarde pintando, bajo los árboles donde había tenido lugar la discusión, la invocación: Nuestra Señora del Sagrado Corazón, ruega por nosotros”.

Objeto de la devoción

El padre Chevalier se goza en ver a María como “abogada de las causas difíciles y desesperadas”.

Cuando meditamos sobre el poder de la intercesión de la Santísima Virgen, podemos entender que ella conoce el Corazón de Su Hijo. Ella es quien ha conocido la bondad, el amor, la compasión, la misericordia de su Divino Hijo que lo llevó hasta morir en la cruz por amor a nosotros. ¡Quién más que Ella sabe de qué forma debe pedirle!

Es por eso que en el “Acuérdate”, con confianza le decimos: “habla al Señor por nosotros”, “tu petición de Madre es poderosa” y confesamos la fe en que Dios responda a nuestra esperanza.

Tantas veces me encuentro en el ministerio de intercesión que me ha tocado vivir en estos últimos 41 años, desde el 1973, con el hecho de que viene tanta gente a acogerse con confianza a nuestra oración por sus necesidades. Aprendí con el Siervo de Dios Emiliano Tardif, a no tener miedo de orar a Dios desde mi pobreza y mi pequeñez, siempre sabiendo que yo no puedo hacer NADA por nadie, pero sí puedo ir a tocar la Puerta del Corazón de Aquel que todo lo tiene y que puede hacerlo TODO. ¡Es el Todopoderoso! Aquel que tiene un Corazón abierto del que mana, como una fuente, toda clase de gracias y bendiciones de parte de Dios para todos nosotros: El Corazón de Cristo.

Y pienso: si soy capaz de entender esto, ¡cuánto más lo sabe ella que es Su Madre! Por eso, constantemente me encuentro, al terminar la oración que formulo a Dios, haciendo una segunda invocación, esta otra pidiendo a Nuestra Señora del Sagrado Corazón que “avale” la mía, que tome la pobreza y pequeñez de mi oración y la ponga en Sus propios labios virginales, pronunciándosela a Jesús, como sólo Ella podría hacerlo, dándole así la fuerza y las palabras que mi oración necesitaría para recibir las gracias que son necesarias.

Si el Apóstol Santiago nos dice “que la oración del justo tiene mucho poder” (St 5,16 ), ¡cuánto mas poder tendrá la de Ella! Por eso, con cuánta confianza oramos.

¡Yo creo que su intercesión de Madre es poderosa!

Se mostró en Caná de Galilea cuando Ella, conociendo el Corazón de su Hijo, les da la orden a los criados de hacer lo que El les diga. Se produce así el primer milagro de la Vida Pública de Jesús. ¡Ella sí sabía, antes que nadie, de lo que El era capaz, del poder que se le había dado!

Es la certeza de la Madre que conoce el Corazón misericordioso del Hijo. Es la que por ser madre está siempre atenta para defender y asistir a sus hijos en sus necesidades.

Fin de la devoción

El padre Chevalier escribe como fin de la devoción “el glorificar a la Santísima Virgen María bajo el título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón en su relación de inefable amor entre Ella y el Sagrado Corazón de Jesús”.

“Los asociados”- Dice el padre Chevalier- “se unen para honrar a Jesús con Ella como ejemplo, para adorar, alabar, imitar y reparar el Corazón de Jesús”.

El abate Didier en 1867 hablaba de la “unión recíproca en la relación de amor mutuo” entre la Madre y el Hijo.

El padre Chevalier en el 1900 escribía: “totalmente orientada hacia Cristo, María nos enseña a vivir en Su amor. Ella dirige nuestras miradas y nuestros corazones hacia El, que es el centro de todo”.

Amor por Amor

Ella es la que nos enseña a contemplar al Traspasado, con su ejemplo ante la cruz, junto al apóstol Juan y las mujeres que le acompañaban (Jn 19, 25). Es con Ella presente en el Calvario que se cumple la profecía dada 600 años antes de la muerte de Cristo: “Mirarán al que traspasaron” (Za 12,10) y que marcará el inicio de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Siempre que me invitan a compartir sobre esta devoción, me gusta señalar, que la misma no tiene su fundamento en revelaciones privadas, como muchos creen. Las revelaciones privadas la han enriquecido, como en el caso maravilloso de Santa Margarita María de Alacoque, del P. Chevalier, de San Juan Eudes, pero esta devoción al Sagrado Corazón de Jesús tiene el privilegio, sustentada con el fundamento bíblico, de que COMIENZA CON SU MADRE, de pie en el Calvario, contemplando el Corazón del Hijo traspasado por la lanza.

El padre Chevalier veía que la devoción al Sagrado Corazón consistía en una experiencia personal de ser amado por Dios, en el convertirse en una persona capaz de amar y ser amada. Reflexionando, podemos concluir que la Virgen Santísima es el mejor ejemplo y modelo de ello.

Ella es “la amada” y “la amante”

En ella se realiza la plenitud del amor de Dios que, inundándola con su misma entraña de Amor, Su Espíritu Santo, hace que se conciba en ella la Persona del Hijo: María Santísima es la plenamente amada por Dios.

Pero a la vez es la mujer amante. Aquella que es capaz de devolver amor por amor, de acoger en su seno, con su “Fiat”, ese amor que da como fruto en su vientre virginal al Salvador del mundo.

Ella nos enseña a vivir en la fidelidad del amor a Dios. Dios es el siempre fiel. Hablamos del “Jesed de Dios” o sea la fidelidad en el amor que El tiene hacia nosotros. El es el que es capaz de ser fiel con gente infiel, el que es capaz de amar a quien no se lo merece.

María nos enseña a vivir en íntima unión con El, a que también nosotros podamos experimentar el sentirnos plenamente amados por El y a la vez amarle, a pesar de todo.

Ella es fiel hasta la cruz. Allí de pie, con los ojos fijos en El, es un ejemplo para nosotros seguirlo, en los momentos de nuestra vida cuando nos llega el sufrimiento y nos puede llegar la tentación de apartarnos de Dios.

Cuando la lanza atravesó el Costado de Jesús, se cumplió en Ella la profecía de Simeón, pues esa lanza también atravesó el corazón de la Madre:

“y a ti misma una espada te atravesará el alma”
– Lc 2, 34-35

Mirando con María, a Aquel que fue traspasado, descubrimos el corazón nuevo que Dios nos ha dado como fuente inagotable de vida.

Nos dice Su Santidad Benedicto XVI que contemplando el Costado Abierto de Cristo es que verdaderamente podemos “conocer el infinito amor de Dios”. Es en esta contemplación, según el Santo Padre que podemos entender el “poder irrefrenable de la misericordia del Padre” que nos ha dado al Unigénito para nuestra salvación. ¡Nada ni nadie puede frenar el amor misericordioso de Dios! ¡Qué extraordinaria noticia para nosotros! Y allí, junto a la cruz, estaba María entendiendo esta realidad del infinito amor de Dios.

María, escuela de fe

De su vida, el aspecto que más nos llama la atención a través de la lectura de las Sagradas Escrituras, es su fe. De ella podemos decir que es la primera de los creyentes, como vemos ya manifestarse en las Bodas de Caná. Su fe en Jesús ayuda a la fe de los otros. Ante el milagro, nos dice la Palabra, “los discípulos creyeron”.

Nos dice el padre Jan Bovenmars MSC en su libro “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”:

“La constitución sobre la Iglesia, n. 58 del Concilio Vaticano II, nos dice que la Bendita Virgen María avanzaba en su peregrinación de fe y perseveró fielmente unida a su Hijo hasta la cruz. Llamamos a Abraham el ‘padre de nuestra fe’ por su fe en Dios. Bien podemos llamar a María ‘la madre de nuestra fe’ por su profunda fe en Cristo”.

Isabel la llama “bendita” por haber creído. Ella, en su relación con Jesús va guardando y meditando todas las cosas en su corazón, llegando a un profundo conocimiento de que su Hijo Jesús también es el Hijo de Dios.

Sobre este conocimiento dice el padre Bovenmars: “Este proceso había comenzado ya, antes incluso, de la Anunciación. En la Redemptoris Mater, n.13, San Juan Pablo II se refiere al hermoso texto de San Agustín y de San León Magno:

“Lo concibió en su mente antes de concebirlo en su seno’. Ya antes de la Anunciación, María compartía la fe que tenía Israel en la venida del Mesías. El Mesías ya vivía en su corazón, por su esperanza anhelante, antes de la Encarnación. Y el proceso continuó aún después de la Crucifixión, pues María seguía mirando al que traspasaron (Ap 1, 7). Jesús era su vida; y por eso fue invitada, como Madre de la Iglesia, a compartir su fe con los otros hijos e hijas. María adquirió un conocimiento profundo de su Hijo y llegó a conocer al Corazón de Jesús, su manera de pensar, sus ideales, su amor. Por ésta, su fe en crecimiento, vemos que se convierte en Nuestra Señora del Sagrado Corazón”.
– Redemptoris Mater, n.13

Les daré un corazón nuevo

Desde el Antiguo Testamento Dios promete, a través de los Profetas, que dará a su pueblo un corazón nuevo, un espíritu nuevo, (Ez 36, 25-30) que pactará una Nueva Alianza con nosotros y pondrá Su Ley en nuestro corazón para que lo podamos reconocer como nuestro Dios (Jr 31,36-44).

La promesa nos da la certeza de una experiencia personal con Dios que nos hará volver a El, nos cambiará, nos renovará y transformará.

La Carta a los Hebreos nos enseña que esa Nueva Alianza se realiza en Cristo, por medio de Su Sangre derramada en la Cruz. “En Cristo Dios se ha acercado definitivamente a todos los hombres” nos ha dicho San JPII en su Encíclica Redemptor Hominis.

En el Calvario se nos revela el Corazón Traspasado por la lanza como la Fuente de Vida Nueva que se abre para no cerrarse nunca más y a la que todos podemos acercarnos para beber del Agua que mana para la Vida Eterna.

El Corazón Traspasado es la Puerta Abierta del Corazón de Dios, manifestado en Jesucristo, que ya nada ni nadie podrá cerrar.

María Santísima, de pie junto al Calvario, fue testigo de que de ese Divino Corazón brotó la vida para todos nosotros. En el agua que junto a la sangre manó del Costado abierto de Jesús, hemos visto el don del Espíritu prometido por Dios y que se derramaba haciendo un mundo nuevo.

Allí en el Calvario nació la Iglesia. En el Cenáculo, con el derramamiento del Divino Espíritu sobre María y los Apóstoles, esta Iglesia se manifestó.

Allí, con la presencia de María en medio de ellos acompañándoles e intercediendo, recibieron el cumplimiento de la Promesa del Padre que envió el Espíritu Santo como fuerza de Dios, que los habilitó para ser testigos con poder hasta los Confines de la Tierra. Fue como un fuego ardiente que los llenó de valor para ser testigos de Jesús Resucitado.

Hoy seguimos escuchando la palabra del Apóstol Pedro respondiendo a la sorpresa de los judíos en Pentecostés:

“Conviértanse y háganse bautizar cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo, para que sus pecados sean perdonados. Y Dios les dará el Espíritu Santo; porque la promesa es para ustedes y para sus hijos y para todos los extranjeros a los que el Señor llame”.
– Hch 2, 38-39

Nuestra Señora del Sagrado Corazón nos da el ejemplo de la mujer de fe, abierta al Espíritu, nos enseña a no quitar nuestros ojos de Jesús y a serle fiel en todo momento, nos acompaña en medio de las dificultades intercediendo por nosotros, y como lo hizo en el Cenáculo, pide para que se realice en cada uno de nosotros la promesa de un nuevo corazón, transformado por la acción del Espíritu que nos hace renacer al Hombre Nuevo, ese que fue creado a imagen de Jesucristo, en verdadera justicia y santidad.(Ef 4,22-24)

Nuestra Señora del Sagrado Corazón, ¡ruega por nosotros!

Escrito por: María Armenteros Malla, CSCV

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