El Padre Jorge Arturo Bravo Muñoz, S.J., murió el 17 de junio del 2006, luego de una prolongada enfermedad que lo mantuvo postrado por más de un año. Era amigo, confesor y guía espiritual para muchos de nuestra Comunidad desde hace mucho tiempo, y Asesor Espiritual de nuestra Casa Madre.
Ecuador
Jorge Arturo Bravo Muñoz nació en Ecuador, en el pueblo de Santiago, Bolívar, el 11 de abril de 1924. A la edad de 13 años entró en el Seminario y tres años más tarde, en la Compañía de Jesús, donde recibió una preparación y formación que le convirtió en un amante del misterio del Sacrificio del Altar y un devoto de las letras tanto en Español, como Latín y Griego. El 3 de diciembre de 1954, con 30 años de edad, fue ordenado sacerdote para siempre, según el orden de Melquisidec, y empezó a desarrollar su vocación prestando sus servicios en la educación. (No es sorpresa descubrir que, en un colegio, era el “profesor de redacción���).
La “Renovación Carismática Católica”
Sin embargo los soplos suaves y persuasivos del Espíritu Santo le llevaron por otros caminos, y pronto se añadió su nombre a la lista de aquél grupo de sacerdotes destacados quienes se dedicaron a fomentar la “Renovación Carismática Católica” a lo largo y ancho de América Latina. En este contexto vino a la República Dominicana por primera vez en 1973 invitado por la Hermana Zora, de las Hermanas Altagracianas. Desde entonces el P. Jorge se encontró bailando una danza de líneas torcidas entre Ecuador y la República Dominicana (que es la forma favorita de escribir del Señor). Nosotros le encontramos a él en el exterior. El nos encontró a nosotros en retiros carismáticos en el país ya que muchas veces le invitamos a venir, y él, en cambio, nos extendió invitaciones para visitar el Ecuador. En 1979 el P. Jorge estaba con María Armenteros, Evaristo y Yolanda Guzmán, y el Padre Emiliano Tardif en Quito, Ecuador, cuando el Señor inspiró a María con el nombre de una futura comunidad: “Siervos de Cristo Vivo”. Con el tiempo nos hemos dado cuenta que su presencia en este momento tan importante para nosotros, no era tanto una coincidencia sino una profecía de su futura relación con la Comunidad.
La Comunidad Siervos de Cristo Vivo
Nuestra joven comunidad de laicos se formó en 1982. El Padre Emiliano nos había encendido con un fuego para las cosas carismáticas y un entusiasmo por la evangelizaci��n kerygmática, pero su propia agenda de compromisos internacionales le llevó a ausentarse por semanas y -a veces- meses completos. Est��bamos llenos de entusiasmo pero, como cualquier adolescente, estábamos frecuentemente equivocándonos o desorientados. Necesitábamos la experiencia y madurez de un asesor permanente. A la vez, el Padre Jorge sintió más y más una llamada especial hacia la Comunidad Siervos de Cristo Vivo. Finalmente, después de algunos años de visitas cada vez más extendidas, y mucha insistencia por parte nuestra, en 1995 el Padre aceptó las suaves sugerencias del Espíritu, tomó una decisión trascendental y dej�� definitivamente a su Provincia Jesuita en Ecuador, para dedicarse a pleno tiempo a la Comunidad Siervos de Cristo Vivo, desde la Provincia Jesuita de Las Antillas, en la Rep��blica Dominicana. Así el Padre Jorge llegó a convertirse en nuestro Asesor Espiritual y vivir en la Casa de la Anunciaci��n, la “Casa Madre” de la Comunidad.
Su amor
El Padre Jorge tuvo una debilidad por los niños. El disfrutaba tanto con ellos, pasando horas a la vez escuchando mientras que ellos -en su ingenuidad- abrieron avenidas hacia verdades escondidas a sus mayores. ¡Cuántas veces nos ha ensañado una profundidad, partiendo de la frase de un niño! Igual, tuvo una fascinación por la m����sica. A menudo se acercaba a uno de nuestros músicos, para pedirle ayuda con una canción que estaba escribiendo. Pero su sentido de humor fue lo que más nos llam���� la atención, como la noche en que nos visitó el Nuncio Papal, y el Padre Jorge, le increpó con dedo de amonestar, “¡Ahora bien, no se le ocurra nombrarme a mi como un obispo, por favor!”
“El Siervo”
En 1992 la Comunidad empezó a darse cuenta del problema de comunicación. Estábamos creciendo cada día más rápidamente. (Hoy día somos más de mil miembros, repartidos entre 33 Casas de Oración en 9 países distintos). Hacia falta un medio de comunicación dentro la Comunidad, y se fundó un “boletín interno����� con el nombre “El Siervo”, para distribuir mensualmente a todos los Siervos, y así mantener contacto entre nosotros mismos, y a la vez comunicar la espiritualidad de la Comunidad. Hojeando las páginas de “El Siervo”, se descubre la pluma de un maestro y hombre de letras, de un padre y un hombre de oración. La gran mayoría de sus artículos están enriquecidos o con un poema o con una oración. En cada párrafo el maestro enseña con una sensibilidad lingüística capaz de llevarnos a las profundidades del misterio de la Eucaristía, o con una dicha ligera que esconde una verdad poco apetitosa (por ejemplo: “El Siervo que no sirve, no sirve”). Una y otra vez se nota el profundo cariño que tiene para nuestra Comunidad y para cada uno de nosotros. Es el amor de un padre que disfruta al ver crecer al niño, y se afana para estimular, afirmar y, -con mucho tacto- corregir para que nuestras sendas individuales y comunitarias sean rectas y llanas. Si hay una idea que se destaca en las líneas escritas por el Padre Jorge, es la idea de que la vida no existe sin oración. Sus artículos están impregnados con su dulce aroma. Todas sus actividades se inician, se desarrollan y se finalizan con la oración. Para preparar un artículo o una charla, una homilía o un retiro, su primera acción era siempre retirarse a la capilla para consultar y escuchar al Señor. No sería inoportuno repetir una palabra que recibió el Padre Jorge al orar por la Comunidad el 14 de enero 1990, y que aparece en al menos tres de sus artículos: “Yo puse en su corazón El anhelo de la Comunidad, Y puse en mi corazón El modelo de la Comunidad, Permanezcan en lo que recibieron al principio Porque Yo soy fiel. La obra es mía Y la llevo a cabo hasta el final”.
Un “hombre sin sombra”
Si se permite un piropo, el Padre Jorge es un “hombre sin sombra”. No se nota su presencia cuando entra en una sala. Es casi transparente. Su voz no es llamativa, más bien es débil. Además, prefiere escuchar que hablar. No es un hombre de imponerse ni con su presencia física, ni con su voz, ni con su preparación. Más bien, muestra una humildad que la abnegación personal de toda una vida ha convertido en una característica suya. Su timidez natural es el fruto del hábito de siempre de sobre-estimar la importancia de la persona con la cual está hablando. Su primero y único amor es el Señor. Al encontrarse en su Presencia se sume en un anonadamiento tan profundo que es capaz de olvidar que está celebrando una Misa. Más de una vez hemos visto lágrimas de amor correr por sus mejillas, al contemplar al Amado. Con estos antecedentes, no es una sorpresa encontrar que su materia predilecta es la liturgia y la oración.
Su humildad
El que escribe estas líneas sirvió como su editor en “El Siervo”, y recibió los borradores de los artículos que usted ya tiene en sus manos. Cuántas veces le había sugerido una idea para un artículo, y el Padre Jorge, en su timidez, me había contestado con cierta inseguridad. Sin embargo, un par de días más tarde, me llamaba a su habitación, me sentaba en su escritorio con él de pie a mi lado, y -como si fuese un estudiante con su maestro- me entregaba un texto del que comentaba “no está todavía completo, pero a ver lo que piensas…������� Y en mis manos encontraría una joya del idioma español, escrito con una exquisitez, una delicadeza, y un amor tan profundo por nuestra Comunidad que muchas veces -en mi corazón- me encontraba orando: “Señor darme la altura de comentar este artículo como Tu lo harías…” Y es que, en su humildad, aceptaba todos mis comentarios…
B��lsamo para el corazón cansado
Querido lector, le invito a revisar las copias de “El Siervo” de antaño buscando sus artículos, como un bálsamo para el corazón cansado. No importa dónde lo abras, encontrarás detalles de amor, de humor, y de paz. Pero, nunca olvides que el autor no quisiera ser reconocido, sino ser como un espejo para reflejar la gloria, la misericordia y la capacidad de perdonar de su amado Señor, Jesús.
La paz definitiva
Manresa Loyola es un oasis de paz, oculto y casi desapercibido en una vía comercial que lleva a miles de camiones y patanas a los muelles de Haina, el puerto principal del país.
Es la primera Casa Jesuita del país, acurrucada en el regazo del mar, guardando una carga de viejas memorias. La costa de allí debe recordar a tantos Jesuitas expulsados por Fidel, del Malecón y la costa norte de su país natal, Cuba. La Casa se usa para retiros espirituales, y para recibir a los Jesuitas -ya ancianos- para jubilarse con dignidad. Dentro del recinto hay un lugar apartado y discretamente reservado: su cementerio. Alrededor, hay grama verde, palmeras y un suave silencio salpicado con los sonidos de las olas y los pájaros, y el recuerdo distante de las industrias de Haina. El cementerio está completo. El último “montículo” se llenó hace poco. Es de un Jesuita nacido en otros lares, que vino y desarrolló su vocación aquí, y desde este silencio, bañado por las brisas del mar, fue al encuentro definitivo con su Hacedor. Pero esta vez no es un sacerdote cubano, sino ecuatoriano. Un hombre de paz. Cada madrugada los rayos del sol, recién nacidos, corren por el Mar Caribe para subir y penetrar entre las palmeras e iluminar la sencilla cruz. Está plantada a la cabeza de un espacio todavía esperando que la hierba le cubra. La cruz lleva la leyenda siguiente:
P. JORGE BRAVO
N. 11-4-1924 I. 29-8-1940
† 17-6-2006 R. I. P.
Es aquí donde, por fin, el Padre Jorge ha encontrado su paz definitiva, una paz que es meramente una extensión de su vida alargándose hasta la eternidad en la presencia de su amado Jes����s.
Como diría el poeta, “Hay un rincón de un campo santo, muy lejano, que será por siempre Jorge”.
JFF 1754 palabras