Querida Comunidad:
El 4 de noviembre pasado fui ordenado diácono para la gloria de Dios. Fue un día muy especial en mi vida. Fue el día cuando le entregué mi vida al Señor para atender sus ovejas. Es en el diaconado que uno hace las promesas de obediencia, celibato y de vivir una vida de sencillez. En el día de su ordenación, el diácono lleva un peso especial. La realidad es que mi vida nunca será igual. Todo mi ser, física y espiritual, le pertenece a Dios para servirle como ministro de su amor y misericordia.
En la ordenación, el obispo impuso sus manos sobre mi cabeza en silencio. Luego oró para que Dios me haga su instrumento de amor y paz, por obra del Espíritu Santo. También me dio una Biblia como símbolo de mi oficio como diácono: proclamar la Buena Nueva. ¡El gozo del Evangelio, como escribe nuestro Santo Padre, papa Francisco!
La vestidura que tenía puesto también tiene su significado. El alba que usa el diácono o sacerdote es símbolo de nuestro bautismo y de Cristo. El cinto es símbolo de su pureza en Cristo Jesús, de su llamado a la castidad. La estola significa su ministerio oficial. La dalmática, que se pone arriba de la estola y el alba, significa la caridad de su oficio, la caridad de Cristo, esa caridad que envuelve a toda la humanidad como símbolo de su amor.
El diácono Jorge González, de la Casa de la Anunciación de Brooklyn fue quien me vistió como diácono por primera vez. Fue un honor para mí, primero porque él ha sido un modelo de lo que es ser un hombre y ministro de Dios. Pero también el diácono Jorge fue la presencia de la Comunidad Siervos de Cristo Vivo ahí presente en un momento tan íntimo de mi vida.
En mis años de formación, le he dado tantas gracias a nuestro Dios por darme una comunidad de personas tan fieles en la oración por mí y por mi vocación. Yo siempre he dicho que la CSCV siempre ha sido, para mí, el mayor ejemplo de lo que es ser gente de fe y oración. Siempre han sido constantes en mi vida. Por sus oraciones y por la gracia de Dios, hoy le escribo como diácono.
Han pasado cinco años desde que entré al seminario. He visto muchos momentos difíciles, pero el Señor y su Madre siempre han estado a mi lado. Hoy me regocijo en el Señor. Mi corazón está lleno de gozo y agradecimiento. El Señor me ha llamado a ser su voz en el mundo. Me ha llamado a bendecir y a buscar las ovejas perdidas. Me ha llamado a proclamar el toque sanador de Cristo.
Como siempre he dicho, el padre Emiliano es mi ejemplo del sacerdocio. En junio, por la gracia de Dios, seré ordenado sacerdote de Jesucristo. Sigo contando con sus oraciones. Que el Señor me prepare en este tiempo del diaconado para ser un sacerdote santo, un sacerdote que imite a Cristo, entregando su vida al servicio del pueblo de Dios.
Los quiero mucho.
Mami me dijo que muchos de ustedes escribieron y estaban preguntando por mí. Les quiero decir que agradezco su amor por mí. Ustedes están en mis oraciones. Pido que el Señor siga usando a cada uno de ustedes para traer más almas a los pies de Jesús.
¡Dios los bendiga a todos!
Diácono José Díaz
Nota: José Bernardo Díaz es hijo de Raisa, la directora provincial de USA de la CSCV.
Raisa nos escribe:
¡Mi querida comunidad! Quiero compartir con ustedes un momento de gracia en mi familia: la ordenación como diácono transitorio de mi hijo José Bernardo.
Hasta el momento que vi entrar a mi hijo caminando hacia el altar, todo me parecía normal: sus años de preparación, ver cómo crecía su amor a Jesús Eucaristía, verlo sirviendo aquí y allá, etc. Pero vivir ese momento en que él caminaba hacia el Amado, ver la emoción contenida en sus ojos llenos de lágrimas, hizo que mi corazón se desbordara de emoción, de gozo y de acción de gracias a mi Señor por su gran misericordia para con nosotros. Las lágrimas rodaron como río desbordado por mi cara. Solo puedo decir: “¡Gracias, mi Señor, por tanto amor!
Les agradezco a cada uno de mis hermanos de comunidad por sus oraciones. Les pido que sigan orando por José, para que ¡cada día se enamore más y más del Amado!
Bendiciones,
Raisa