Hogar Paz

Después de la fundación de nuestra querida CSCV en noviembre de 1982, una de las primeras metas fue buscar una casa en Santo Domingo. El P. Emiliano hizo correr la voz, pero nadie encontraba nada.

PET y John frente al Hogar Paz

Sabana Iglesia

Mientras tanto, seguíamos orando y evangelizando. Así, el 17 de diciembre, Pura, John y yo acompañamos al P. Emiliano a dar un retiro en Sabana Iglesia. De camino paramos en Santiago, en la parroquia de la Altagracia para saludar a los Misioneros del Sagrado Corazón. Al atardecer llegamos a aquel bello pueblo escondido entre las montañas. Cuánto cariño y calor humano encontramos aquí.

Poco a poco la gente fue llegando desde los diferentes campos, y la Iglesia se llenó. Entre todos cantamos, oramos, y el Padre Emiliano dio su primera charla, por supuesto, sobre el amor de Dios.

El sábado temprano, después de tomar un buen desayuno precedido por un rico cafecito, nos dirigimos a la capilla para continuar este retiro tan deseado por todos.

En una mesita colocamos los libros y las casetes del ministerio de evangelización.

La Muda

Al atardecer tuvimos la celebración de la Eucaristía. La Iglesia estaba llena de cánticos y alabanzas. Como siempre, nuestro Padre Dios se desbordó en su infinita misericordia. Al final de la Misa en la oración por los enfermos el Señor sanó a muchos. Entre las palabras de conocimiento que se anunciaban hubo una sobre una muda que se sanaba. El Padre Emiliano pidió que se identificara. Se levantó una mano entre la multitud y una mujer empezó a hablar. Todos aplaudieron y dieron gracias a Dios.

¡Era la esposa de uno de los servidores! Hacía cinco años que había sufrido un accidente donde ella perdió el habla. Desde entonces ella era “la muda”.

Se la invitó a subir al altar donde el Padre y ella rezaron juntos un Ave María. La gente danzaba de alegría y algunos se subían a los bancos para ver y oír mejor a la muda que ya podía hablar. Todos dábamos gracias y alabábamos al Señor. ¡Wow!

Se cumple la palabra de Dios: Los ciegos ven, los mudos hablan y …a todos se le anuncia el Reino de Dios… ( Mateo 11, 5-7)

El Espíritu Santo nos une

Viviendo aún en La Romana, el P. Emiliano pidió a John abrir una cuenta en un banco dominicano en la Capital para depositar el dinero de los libros y casetes. De camino a un retiro pasando por Santo Domingo, nos detuvimos en un Banco de Reservas en la Av. Máximo Gómez. Nos recibió la gerente, una señora muy amable. Le explicamos lo que queríamos hacer. La señora nos miró, y dijo: “¡Ustedes estaban en el Encuentro Carismático en el Estadio Olímpico y dieron testimonio! Y o estaba ahí también”. Y nos mostró una palomita del Espíritu escondida en el reverso de la solapa de su chaqueta.

Enseguida nos atendió y desde entonces hasta el día de hoy, Juanita Lora está con nosotros sirviendo a pleno tiempo al Señor.

Juanita Lora

La Providencia

La Providencia Divina siempre ha estado con nosotros: en nuestra casita en La Romana, a menudo encontrábamos un sobre con dinero por debajo de la puerta. Nunca supimos de dónde venía. Gracias Señor por los hermanos.

Un día, el Padre Emiliano nos llamó desde Santo Domingo y con mucho gozo nos daba la buena noticia de la primera donación para la nueva casa: una señora de la parroquia acababa de entregarle RD$ 1,000.00 para la capilla de nuestra futura casa. ¡Gracias Señor!

San José y la Casita

Regresando de un retiro en el Cibao, pedí a John que me dejara donde mi hermana Crisa, en la Capital, porque “San José y yo íbamos juntos” a buscar una casita para la Comunidad.

El Padre había expresado -si fuera posible-, que sea en el ensanche “Los Prados” cerca de la Casa Provincial de su Congregación. Para Dios nada es imposible. Así que, al día siguiente los dos (San José y yo) fuimos a Los Prados y, en menos que dos horas ya teníamos lo que buscábamos. ¡San José tiene buenos ojos! Era una casita bella, con tres habitaciones, sala, cocina, comedor y un patio con árboles frutales, situada en la calle Max Henríquez Ureña 454, a dos cuadras de los Misioneros del Sagrado Corazón. Por supuesto, el P. Emiliano fue el que más se alegró al verla. Enseguida empezó a correr la voz de que los SCV ya teníamos una casa en Santo Domingo.

Hogar Paz con Nidia y Pura y nuestro carrito

Mudanza a Santo Domingo

Al inicio de 1983 John y yo hicimos mudanza a Santo Domingo. Los ocho estábamos emocionados organizando nuestra Casa de Oración. La mano poderosa y misericordiosa de nuestro buen Dios nos dirigía.

Le llamamos “Hogar Paz”.

John quisiera llamarlo “Hogar Mir”, por Nuestra Señora de Medugorje, pero María nos recordó que muy poca gente en la República Dominicana que habla “Serbocroata”, así que quedamos con “Hogar Paz”.

Reservamos la mejor habitación para el Señor, y allí pusimos la capilla. En la sala de entrada separamos un espacio para una pequeña librería, y Miguel -el cuñado de María-, nos regaló y montó las estanterías para colocar los libros y los casetes. Una habitación era para los hermanos. Aquí dormían Pura y Emenegilda cuando venían para las reuniones comunitarias. La otra habitación para nosotros. En la “habitación de servicio”, al lado de la cocina, colocamos las máquinas de grabación. La casa estaba en una esquina, con grama a dos lados y detrás palmeras y árboles frutales, entre ellos un hermoso árbol de mango que nos cobijaba bajo su sombra.

El equipo de los “Ocho incondicionales” nos disfrutamos organizando nuestra bella casita. Y poco a poco la casa se fue completando. Nuestros vecinos, los Padres MSC nos acogieron con mucho cariño. Nuestra parroquia, “Nuestra Señora del Sagrado Corazón”, con su Párroco, el P. Reynaldo París MSC, nos acogió como a sus hijos. Rápidamente los vecinos se fueron integrando y ofreciendo sus servicios. ¡Qué bueno es nuestro Dios!

Con la autorización del Sr. Arzobispo -Mons. Nicolás de Jesús López Rodríguez-, se instaló el Santísimo Sacramento en la capilla. Entonces los vecinos empezaron a integrarse. Venían para estar con Jesús y para servir en lo que hiciera falta. Empezamos con ellos, el rezo de laúdes cada día en la capillita.

Pura Deogracia

Sígueme

Desde aquí nos íbamos con el P. Emiliano a los retiros en los pueblos. Llevábamos el equipo de grabaciones. John grababa y reproducía las charlas y las poníamos a la disposición de los asistentes. A este ministerio le nombramos “Sígueme” porque estábamos ofreciendo materia de seguimiento para los que habían encontrado a Jesús. Mucho más tarde nos dimos cuenta de que existía una editorial en España que se llama “Sígueme” también.

Un carrito

Necesitábamos un vehículo para trasladarnos desde el Hogar Paz hacia los pueblos y parroquias donde pedían retiros, y llevar los libros, las máquinas y los casetes. Así, entre los ocho, pusimos junto un dinerito y reunimos RD$ 5,000.00. Compramos a mi hermano Luis un Lada de segunda mano que nos vendió por RD$ 4,900.00.

El caminar de los Siervos:

La CSCV tiene muy buena acogida y el Señor va agregando otros hermanos para el servicio y la evangelización.

En enero 1983, ya con el carrito, viajamos con el P. Jaime Burke durante varios días, a distintos pueblos del Cibao donde le habían pedido dar retiros. Nosotros prestábamos el servicio de los libros y las grabaciones de las charlas. Esta gente seguía después evangelizando en sus sectores a través de las grabaciones. Algunos se acercaban, miraban los casetes pero no tenían para comprarlos. Entonces empezamos a regalar o a dar a mitad de precio. También dábamos el diezmo a la parroquia a donde prestábamos el servicio. Esto nos llevó a John y a mi a cuestionarnos de si estábamos administrando bien el ministerio que se nos había encomendado. Bueno, oramos y seguimos el recorrido.

Regresamos a Santo Domingo. El P. Jaime -al despedirse-, nos entregó un cheque diciéndonos: esto para el ministerio. Días después regresa el P. Emiliano de dar algunos retiros en el exterior. Nos cuenta de las maravillas del Señor con tantas conversiones y sanaciones. También nos entrega un cheque. Venía de la Sra. Leyla, cónsul de Puerto Rico en Panamá. Se comprometía a dar US$ 150.00 cada mes para ayudar a la Comunidad de SCV en la evangelización.

Así son las cosas de nuestro buen Dios. Desde el inicio esta Comunidad ha llevado el sello de la Divina Providencia.

Evaristo Guzmán

Reuniones de la Comunidad

Los Siervos de Cristo Vivo tienen sus reuniones para orar juntos, formarnos y cuestionarnos de si estábamos siendo “el buen olor de Cristo” para los demás. Jesús ha tomado posesión de su casa y la Virgen madre nos acompaña.

- Pura tiene una visión de dos sagrarios, uno es Jesús, otro nosotros.

- Evaristo dice que el Señor quiere sumergirnos en su cáliz, y lavarnos. Nos quiere limpios, sin ataduras, para realizar la obra de Cristo. “Bienaventurados los limpios de corazón porque ellos verán a Dios.” (Mateo 5, 8). Necesitamos apoyarnos siempre en el Señor para no caer, y para reconciliarnos.

Nidia tiene una visión de San José que se une a nosotros, llevando al niño Jesús en sus brazos. Queda San José como el gran intercesor de los Siervos de Cristo Vivo.

Acordamos estudiar la espiritualidad franciscana.

María lee y explica sobre San Francisco de Asís a quien tomamos como patrón de nuestra CSCV. “Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mateo 5, 9).

“El SCV es una persona que vive la paz y trabaja para la paz (Mt. 5, 9). Su misión será pacificadora en cada momento. Serán aplicación de la paz en sus propias vidas y por ella serán reconocidos. El Siervo -al vivir una vida de paz-, predicará con su vida, tanto su vida personal como comunitaria. No se conciben ni chismes, ni peleas, ni ofensas, ni murmuraciones entre sus miembros. Así, San Francisco de Asís, hombre de paz, es el patrón de nuestra amada comunidad. Nuestro espíritu tiene que ser pacificador y nosotros imitadores de Cristo que -por nosotros-. se abajó y tomó la condición de siervo. Estamos llamados a vivir sus propios sentimientos. (Filipenses 2, 5-11).

San Francisco de Asís
(El fresco de Cimabue en la Basílica de Asís)

Más sobre la Providencia:

Muy marcada, desde el principio, es la Providencia de Dios sobre nosotros. Otro de los testimonios fue el mes cuando no teníamos cómo pagar el alquiler de la casa y llegó un cheque desde Hong Kong.

Fue así: estábamos John y yo en el Hogar Paz y no teníamos el dinero para pagar el alquiler. Pedimos a San José echarnos una mano. Al día siguiente regresó el P. Emiliano del exterior donde estaba dando varios retiros. Después de los saludos y de contarnos las maravillas que había hecho el Señor, nos preguntó cómo estábamos económicamente. Le contamos que debíamos pagar el alquiler de la casa.

Bueno, él no tenía dinero ni nosotros tampoco. Pero nos entregó algunas cartas que nos habían enviado a su dirección y, ¡sorpresa! entre esas cartas había una de Jackie Pullinger, la madrina de John (ella que le bautizó en el Espíritu), misionera en Hong Kong con fecha de hace tres semanas. La carta decía:

“Estaba dando una charla en un colegio donde -cada mes-, todos los alumnos ayunan del almuerzo un día, y votan a quien regalarían la suma de su dinerito del almuerzo. Pues había mencionado a ustedes en la Republica Dominicana y -por voto democrático-, el colegio entero votó a enviar su dinero de almuerzo a ustedes!” Y con la carta estaba un cheque por ¡400 dólares Hong Kong!. Tres semanas antes de saber que nos faltaría dinero, Dios en su benevolencia había arreglado el asunto, desde el otro fin de la tierra.

Este dinero recolectado en Hong Kong, vino a cubrir las necesidades de esta pequeña comunidad en República Dominicana. ¿Cómo no amar y servir al Señor?

Vecinos y amigos

Los vecinos y amigos se hicieron nuestros colaboradores permanentes: Nos traían comida, bebida, fruta y mucho amor. Entre ellos: Zeneida y Bolívar, Alexis y Elba, Julio César y Velkys, Pedro y Briseida… hoy día, todos son SCV. Hasta Bárbara, una americana vecina horneaba y nos traía pan fresco para el desayuno. Otras nos traían pescados, vegetales, frutas… nada nos faltaba. El Señor, a través de ellos nos atendía en todas nuestras necesidades. Gracias Padre bueno.

Hasta “Churri”, el perro del supermercado vino a vivir con nosotros, y otros perros y un gato enfermo venían a compartir su comida. Había para todos.

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