Las virtudes en general |
María Sangiovanni Directora de la Comunidad nos escribe a modo de introducción para una serie de artículos que el Consejo General de la CSCV quiere enviar a todas sus casas en este año dedicado a la Transformación en Cristo.
A modo de introducción para una serie de artículos que el Consejo General de la CSCV quiere enviar a todas sus casas en este año dedicado a la Transformación en Cristo, queremos presentar una breve enseñanza sobre las virtudes. Estas no son una cosa que uno se pone, ni un título de estudios. Ni siquiera la virtud es un don natural con el que nacemos, porque si así fuera no sería virtud. Virtud es una disposición habitual del hombre, adquirida por el ejercicio repetido de actuar consciente y libremente en orden a la perfección o al bien. La virtud para que sea virtud tiene que ser habitual, y no un acto esporádico, aislado. Es como una segunda naturaleza a la hora de actuar, pensar, reaccionar, sentir. Es una disposición innata en el hombre bautizado, que lo lleva a actuar de acuerdo a las normas de Dios. Lo contrario a la virtud es el vicio, que es también un hábito adquirido por la repetición de actos contrarios al bien. En el Bautismo Dios infunde en el alma, sin ningún mérito nuestro, las virtudes, cuya función habitual y firme es hacer el bien y crecer en la santidad. Las virtudes infusas son teologales y morales. Las teologales tienen como objeto a Dios; las morales tienen como objeto los actos humanos buenos. Las teologales son tres: fe, esperanza y caridad. Las morales, que se llaman también virtudes humanas o cardinales, son cuatro: prudencia, justicia, fortaleza y templanza. También, el cristiano cuenta con los dones del Espíritu Santo, que facilitan el ejercicio más perfecto de las virtudes. Desarrollar las virtudes permite erradicar el dolor causado por los vicios, por ejemplo: Imaginemos a una persona que es muy correcta y sencilla con los demás pero con el vicio del sensibilísimo. En su trabajo otra persona la ofendió gravemente y sufre por las humillaciones recibidas. En el fondo de su corazón, la raíz de su comportamiento sencillo y apacible se debe fundamentalmente a que ella no soporta las humillaciones y trata de comportarse con todos de manera correcta y no dar motivos a ofensas; más por temor que por virtud. Si fuera por virtud no sentiría dolor de las ofensas recibidas ya que la humildad y la paciencia la ayudarían a evitar el dolor. El sensibilísimo producto del amor propio (amor desordenado y exagerado a sí mismo), provoca que las ofensas hechas a su persona las considere exageradamente injustas, inmerecidas y dolorosas, ciertamente pueden ser injustas, pero la virtud de la paciencia, permite soportar tranquilamente los defectos e imperfecciones de los demás, comprendiendo la debilidad humana y evitando el dolor. Esta práctica del desarrollo de las virtudes es muy apropiada para todo cristiano y en especial para nosotros, Siervos de Cristo Vivo, que estamos llamados a dejarnos transformar por Cristo para llegar a ser santos y perfectos como nuestro Padre Celestial es perfecto. El objetivo de toda virtud es dominar los sentidos, las pasiones, erradicar los vicios y orientar al entendimiento y la voluntad hacia el bien, es decir, hacia Dios. Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en el Artículo 1803 sobre las virtudes: “La virtud es una disposición habitual y firme a hacer el bien. Permite a la persona no sólo realizar actos buenos, sino dar lo mejor de sí misma. Con todas sus fuerzas sensibles y espirituales, la persona virtuosa tiende hacia el bien, lo busca y lo elige a través de acciones concretas”. Y la Palabra de Dios nos dice: “Todo cuanto hay de verdadero, de noble, de justo, de puro, de amable, de honorable, todo cuanto sea virtud y cosa digna de elogio, todo eso tenedlo en cuenta” (Flp 4, 8). Según San Gregorio de Nisa, el objetivo de una vida virtuosa consiste en llegar a ser semejante a Dios. A eso estamos llamados todos los Siervos de Cristo Vivo, a ser transformados de tal manera que cada día seamos transparencia de un Jesús Vivo que vive dentro de nuestro ser para ser luz del mundo y sal de la tierra. Que esta introducción sea un comienzo de varios artículos sobre las virtudes, para que así, a través de un conocimiento serio y profundo, podamos seguir en la práctica de ellas, con un corazón limpio y un objetivo verdadero: ¡Llegar a ser santos! María Sangiovanni Directora General CSCV |
Siguiente > |
---|