¿Por qué se perdonan las blasfemias contra el hijo del hombre y no contra el Espíritu Santo?
Por eso os digo: Todo pecado y blasfemia se perdonará a los hombres, pero la blasfemia contra el Espíritu no será perdonará. Y al que diga una palabra contra el Hijo del hombre, se le perdonará; pero al que la diga contra el Espíritu Santo, no se le perdonará ni en este mundo ni en el otro. Mateo 12, 31-32
Una de las preguntas que ha surgido en nuestro chat de lectura diaria es: ¿Por qué se dice que se perdonará cualquier blasfema contra Jesús y no contra el Espíritu Santo? Analicemos el texto.
El hombre tiene excusa si se equivoca respecto a la divinidad de Jesús, velada por sus humildes apariencias de “Hijo del hombre”, pero no la tiene si cierra sus ojos y su corazón a las admirables obras del Espíritu Santo.
Negándolas, rechaza la invitación suprema que Dios le hace, y se sitúa fuera de la salvación. (Extraído de las referencias o notas al pie de la lectura.)
Queda entendido que Jesús se refiere a él mismo como el “Hijo del hombre”.
Quiero hacerles saber en ese entendido, que la palabra “Hijo del hombre”. Se refiere a un apelativo que usaba Jesús como una manera de presentarse ante el mundo. Podríamos decir como decía el papa Juan pablo II “un titulo mesiánico”. Jesús se definía como “Hijo del hombre”. Mientras que nadie le daba ese título. Ese título “Hijo del hombre” lo encontramos desde el antiguo testamento (Dan 7, 13-14).
Jesús utiliza el titulo “Hijo del hombre” para hablar de Sí mismo, recurre a una expresión proveniente de la tradición canoníca del Antiguo Testamento, presente también en los libros apócrifos del judaísmo. Pero conviene notar, sin embargo, que la expresión “Hijo del hombre” (ben-adam) se había convertido en el arameo de la época de Jesús, en una expresión que indicaba simplemente “hombre” (Catequesis de SS Juan Pablo II).
Podemos decir entonces y como nos los enseña la catequesis de Juan Pablo II que: la identidad del Hijo del hombre se presenta en el doble aspecto de representante de Dios, anunciador del reino de Dios, Profeta que llama a la conversión. Y por otra parte, también “representante” de los hombres, compartiendo con ellos su condición terrena y sus sufrimientos para redimirlos, y salvarlos según designio del padre.
En definitiva, queda claro que cuando Jesús dice esa palabra, no se refiere al Hijo de Dios como nosotros lo vemos, sino más bien al “Hijo del hombre” que representaba a Dios en la tierra en el sentido mesiánico que tiene la palabra.
Veamos lo que dice la palabra de Dios en Heb. 10, 28: Si alguno viola la Ley de Moisés, es condenado a muerte sin compasión por la declaración de dos o tres testigos. ¿Cuánto más severo castigo pensáis que merecerá el que pisotee al Hijo de Dios, y profane la sangre de la alianza que le santificó, y ultraje al Espíritu de la gracia? Pues conocemos al que dijo: Mía es la venganza; yo daré lo merecido. Y también El Señor juzgará a su pueblo. Es terrible caer en las manos del Dios vivo.
En esta lectura queda claro que sí habrá castigo para el que blasfeme contra el “Hijo de Dios”, es solo que dicho desde la perspectiva de Jesús, desde su posición de salvador o mensajero de la misión que Dios había puesto sobre Él, El mismo se hace llamar “Hijo del hombre”. Como dice en la carta a los Heb. 4-15, “se hizo realmente uno de nosotros, semejante a nosotros en todo, menos en el pecado”, una vez cumplida la profesa de la elevación a la cruz y la glorificación del “Hijo del hombre” pasa entonces a ser “Hijo de Dios”.
Jesús habla repetidas veces de la elevación del “Hijo del hombre”, pero no oculta a sus oyentes que esta incluye la humillación de la cruz. Frente a las objeciones y a la incredulidad de la gente y de los discípulos, que comprendían muy bien el carácter trágico de sus alusiones y que, sin embargo, le preguntaban: ¿Cómo, pues, dices tú que el “Hijo del hombre” ha de ser levantado? ¿Quién es este Hijo del hombre? (Jn 12,34), afirma Jesús claramente: “Cuando levantéis en alto al “Hijo del hombre”, entonces conoceréis que yo soy, y no hago nada por mí mismo, sino que según me enseñó el Padre, así hablo” (Jn 8,28).
Jesús afirma que su “elevación” mediante la cruz constituirá su glorificación. Poco después añadirá: “Es llagada la hora en que el Hijo del hombre será glorificado” (Jn 12, 23). Resulta significativo que cuando Judas abandonó el Cenáculo, Jesús afirme: “Ahora ha sido glorificado el Hijo del hombre, y Dios ha sido glorificado en Él” (Jn 13, 31). (Catequesis de SS Juan Pablo II).
Es por esta razón que cuando Jesús le pregunta a sus discípulos sobre qué decían la gente sobre quién era Él, cuando Pedro le respondió que Él era el mesías, el Hijo del Dios vivo, Jesús le respondió, Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Mt. 16, 13-17 ; es como si de alguna manera Pedro había descubierto la verdadera identidad de Jesús.
En conclusión, Jesús habla del “Hijo del hombre” antes de su glorificación, pues era todavía un hombre nacido de una mujer, María, con la divinidad de Dios pero con la sencillez del hombre y fragilidad del hombre, Él, semejante a nosotros menos en el pecado.
PD. “si blasfemamos contra el “Hijo del hombre” se nos podrá perdonar, pero si blasfemamos contra el “Hijo de Dios” recibiremos nuestro castigo, pues Jesús después de su glorificación deja de ser “Hijo del hombre” para convertirse en “Hijo de Dios”.
Julio Cesar Germán
CSCV
"La nueva evangelización, unicamente podrá ser llevada a cabo por nuevos evangelizadores que han sido renovador por el espíritu de Dios y ungidos por su poder y que son testigos de que Jesús Vive".