A Beto le encanta la llegada de diciembre, pues sabe que en ese mes los niños de la casa lo sacan del cajón. Es que Beto es el ramo más pequeño del árbol de Navidad. A mediados de diciembre todos los ramos del árbol de Navidad ya están colocados, cada uno en su puesto insustituible. A Beto, por su pequeñez, le toca estarse quieto al lado de la estrella. Con tantos bombillitos de colores, el árbol parece vestido con arcoíris. Pasan luego unos días de aguinaldos, villancicos, regalos, fiestas, angelitos, el pesebre con el Niño… Y después, al cajón otra vez. Al menos, así ha sido en los últimos años.

A Beto no le encanta para nada el regreso al cajón, pues sabe que no volverá a salir hasta el año que viene.

El día después de Reyes, Beto se lleva un susto: los niños han guardado todos los ramos, menos a Beto. Lo han olvidado. Quizás por ser tan chico, Beto es dejado justo al lado de una vieja ventana, descuidado.

Del susto pasa al asombro: desde esa ventana invernal, Beto conoce por primera vez todo el blanco que cubre las calles vacías, disfruta de la escarcha que se pega al cristal con travesura, contempla al Sol que es un señor tímido entre las nubes, se maravilla con la caída de lo que parecen ser helados de algodón. Beto piensa en sus compañeros ramos… ¡Si ellos vieran todo esto!

El tiempo no se detiene. Sigue pasando. Con la llegada de la primavera, Beto, desde la ventana, conoce por primera vez las flores llenas de olor, disfruta de la lluvia temprana que cambia el color de la pradera, contempla al Sol que se pasea por encima de los cerros verdes, se maravilla con el planeo de las cometas bamboleadas por el viento. Beto piensa en sus compañeros ramos… ¡Si ellos vieran todo esto!

El tiempo no se detiene. Sigue pasando. Con la llegada del verano, Beto, desde la ventana, conoce por primera vez a los niños que salen a mojarse bajo la lluvia, disfruta de la multitud que camina paseando por las tiendas, contempla al Sol que parece que suda más que nunca, se maravilla con las piruetas de los patines y las bicicletas. Beto piensa en sus compañeros ramos… ¡Si ellos vieran todo esto!

El tiempo no se detiene. Sigue pasando. Con la llegada del otoño, Beto, desde la ventana, conoce por primera vez el baile de cada hoja cuando se lanza al vacío, disfruta de los abrazos largos de los jóvenes que se aman en el parque, contempla al Sol que va recogiendo su brillo, se maravilla con el vuelo de los pájaros que se mudan con toda su familia. Beto piensa en sus compañeros ramos… ¡Si ellos vieran todo esto! Es que a Beto sólo le preocupa una cosa: ¿cómo es posible que los otros ramos del árbol de Navidad se estén perdiendo de este espectáculo visto desde la ventana?

Diciembre ha vuelto, y a Beto casi se le rompe el pecho de la emoción de reencontrarse con sus compañeros. Los niños preparan los adornos navideños: han sacado las bolas, las luces, las guirnaldas, el tronco y los ramos del árbol de Navidad. Beto mismo es recogido, y lo colocan en su lugar insustituible.

Es cuando Beto les cuenta a sus compañeros que el mundo es más grande de lo que parece y que cambia con el paso del tiempo. Les narra todo lo que ha visto en el año, con detalles. Los ramos, al oír a Beto, no le creen. Piensan que Beto está exagerando. Beto dice que sí es verdad lo que cuenta, los otros dicen que no.

—¡Mientes!
—¡Que no miento!
—¡Exageras!
—¡Que no exagero!
—¡No es posible!
—¡Que sí es posible!
—¡No viste nada!
—¡Que sí lo vi!

Y así pasan los días: discutiendo.

Llega el último día, cuando hay que recoger todo: el día después de Reyes. Los ramos siguen discutiendo con Beto: que no, que sí, que no, que sí. En medio de la discusión, se oye un estornudo (¡a-a-ah-aaatchússss!) seguido de una risita (¡jijijiji!). Los ramos hacen silencio y se llevan una sorpresa: ¡el Niño del pesebre se está riendo, y señala a Beto!

La sorpresa es mayor cuando todos se dan cuenta de que cuatro cosas extrañas han aparecido pegadas a Beto: una flor de primavera, un rayo de Sol de verano, una hoja seca de otoño y un copo de nieve de invierno. Beto es el primero que está impresionado. Los demás empiezan a creerle.

—¡Que sí!
—¡Que sí!
—¡Que sí!
—¡Que sí!

En ese momento llegan los niños a desmantelar todos los adornos navideños. Los ramos del árbol de Navidad se han puesto de acuerdo para hacer huelga: se niegan a volver a los cajones.

—¡Nos quedamos aquí!
—¡No nos moveremos!
—¡No al cajón!
—¡Sí a la ventana!

Quieren conocer los cambios en el paisaje que trae el paso del tiempo, pero no saben cómo podrán resistir la fuerza de los niños.

En eso se oye un estornudo (¡a-a-ah-aaatchússss!) seguido de una risita (¡jijijiji!)… El Niño del pesebre se está riendo y señala la base del árbol de Navidad. ¡Ha brotado una raíz de abeto! ¡Una raíz profunda que se ha metido debajo del piso, plantándose cerca de la ventana! Los niños, boquiabiertos, no lo pueden creer. Corren a avisar a sus padres…

La familia y todos los vecinos del barrio acuden a ver el milagro. Todos sienten una alegría especial, la de la flor, la del rayo de Sol, la de la hoja seca y la del copo de nieve. Todos deciden dejar el abeto en su sitio todo el año y todos los años.

¿Y Beto y los demás ramos? ¡Felices! En primavera los visten con ropa casual muy colorida y fragante. En verano los adornan con trajes de baño y rayos de Sol. En otoño les ponen suéteres estampados con hojas secas. Y en invierno los decoran con abrigos cubiertos de nieve.

A Beto y a todo el abeto les encantan todos los meses. Ahora saben cuáles son los colores de cada estación del año. Ahora viven una vida de arcoíris, porque para ellos cada día es Navidad.

Para compartir:

  1. ¿Qué otro posible título se te ocurre para ponerle a este cuento?
  2. ¿Por qué la gente celebra la Navidad?
  3. ¿Por qué crees que a Beto no le agradaba volver al cajón?
  4. ¿De las cuatro estaciones del año (primavera, verano, otoño e invierno), ¿cuál te gusta más? ¿Por qué?
  5. ¿Crees en los milagros?
  6. ¿Qué milagro te gustaría que se haga realidad?
  7. ¿Puedes hacer algo para que un milagro se haga realidad en la vida de los demás?
  8. ¿Qué crees que puede significar que «cada día es Navidad»?
  9. ¿Jesús, el Niño del pesebre, puede nacer cada día? ¿Cómo?

Escrito por: Yuan Fuei Liao - CSCV

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