Virgen de la Altagracia ¡Ruega por nosotros!
Así versa una de las canciones más populares que solemos escuchar en los días próximos a la fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia, en la basílica de Higüey, lugar que ha significado mucho para mí durante largos años. Quiero invitarte a recorrer conmigo un sendero; a adentrarnos en algunos detalles de lo que ha sido la experiencia de acercarme a la casa de mi Madre María.
Un espacio que describe un nombre
Solía frecuentar en las mañanas este santuario. Muchas veces, me quedaba admirada contemplando su estructura física. La constante, en llanas palabras, son los arcos en forma de A, como si las paredes elevan un cántico sin fin, diciendo: Ave María… y más allá de esto, la altura de dichos arcos evocan el título “Altagracia”. Sin duda, esto encaja totalmente con el designio del Altísimo que se ha fijado en María, dotándola de la más alta gracia concedida a persona alguna: ¡Ser Madre de Dios!
Al regazo de la Madre
Otro aspecto que me dice mucho, son los arcos frontales de la edificación; nada más parecido a dos “brazos abiertos”, dispuestos a recibir a quienes vienen fatigados o cargados por cualquier motivo. Esta es la realidad cotidiana del lugar, miles de personas en cualquier estación del año, se dirigen a este refugio seguro para pedir o dar gracias, para visitar a quien nos abraza a y ruega por nosotros.
Me llamaba mucho la atención, ver a tantas personas que viven fuera del país y que después de mucho tiempo sin poder venir por distintas situaciones a su tierra, deciden pasar primero por este dulce refugio, para agradecer a aquella que los ha acompañado y protegido en lugares lejanos. No puedo describir lo que se siente ver a estos hermanos acercarse a la imagen de nuestra Señora; una mezcla de lágrimas y sonrisas que contagian a los que hemos podido presenciar estos encuentros de tanta ternura.
Una mirada que dice mucho
Aunque acudimos a ella, si nos detenemos a contemplar el rostro de nuestra madre María en el venerado cuadro, notaremos en seguida, que ella nos está dirigiendo a quien es el centro de la escena. Su s ojos entre abiertos, como quien no quiere ampliar su visión porque alcanzar a ver todo lo que necesita, nos invitan a ser testigos del gran milagro ¡sí, Dios está aquí! Se hizo hombre y ha puesto su morada entre nosotros (Jn 1,14). De todo lo que te he dicho anteriormente, esto es lo que más me ha cautivado. Esta realidad del Enmanuel, esta actitud de la Virgen, mostrándonos a su hijo Jesús que vino para salvarnos. Ciertamente, en mi familia somos testigos de esta salvación y específicamente en dos eventos fuertes que hemos vivido, en donde gracias a la poderosa intercesión de nuestra madre, el Señor se manifestó y recobramos la salud y la alegría en nuestro hogar.
En estas vísperas de la fiesta en honor a nuestra madre, te invito a acercarte con toda confianza y a que oremos unidos diciendo: Virgen de la Altagracia ¡Ruega por nosotros!
Por: Petra Adames
CSCV
"La nueva evangelización, unicamente podrá ser llevada a cabo por nuevos evangelizadores que han sido renovador por el espíritu de Dios y ungidos por su poder y que son testigos de que Jesús Vive".